lunes, 14 de mayo de 2012

El recuerdo de Juanjo Buzón Ródriguez


sueño en una noche de verano.

PRIMERA PARTE.
Hay hechos y momentos en tu vida que te marca profundamente y aviva tus sentimientos a cotas insospechadas. Tu primer beso, tu boda con el amor de toda tu vida, poder ver el nacimiento de tu hijo con el que le enseñarás todo lo que te enseñó tus padres cuando eras pequeño (y si son cofrades de mayor, mejor aún), ver como cada uno de tus sueños se cumple y se hacen realidad… Seguro que cuando lo habéis leído, os ha entrado un pellizquito en vuestros corazones porque habéis recordado algunos de esos momentos. Yo recuerdo uno que me marcó muchísimo en mis sentimientos (y ya ves que si me marcó…) y no, no es ninguno que os acabo de nombrar. Ese recuerdo fue ver una de mis mayores devociones repartir amor, fe y esperanza a todos los rincones del mundo. Se llama Jesús Despojado, viajó de Granada a Madrid y ocurrió en pleno agosto, en las Jornadas Mundiales de la Juventud…
Quién lo diría, la Hermandad más joven de la ciudad de la Alhambra se fue a la capital del Reino. No me lo creí cuando me lo contó Dioni hace ya 2 años y no me lo creí hasta que no vi al Señor de Fígares encima de su paso cartujano y dentro de la Colegiata de San Isidro, la antigua Catedral madrileña. Quién lo diría…
Pero para que llegase a eso, hubo que hacer y movilizar muchas juntas, cabildos, ensayos, reuniones con instituciones de diversa índole para conseguir subvenciones o patrocinadores, agencias de viajes y hacer millones de cosas inimaginables para poder viajar la Hermandad a Madrid. Pero me quedo con la paciencia, el tesón y el incalculable esfuerzo (tanto físico como mental) de cada uno de mis hermanos que han arrimado el hombro para que el proyecto saliese adelante y llegase a buen puerto. Desde estas líneas, mi enhorabuena y mi más sentida gratitud a todos vosotros; el verdadero significado de HERMANDAD se hizo palpable en los meses previos y como no, en los días grandes en Madrid.
Cuaresma en pleno verano. Limpiando plata en agosto. Cortando cera, rozando los 40 grados en la calle. La gente pasaba por la Casa de Hermandad y se quedaban paralizados viendo que había personas trabajando y más en una cofradía por esas fechas. Era el mundo al revés. Algunos no entendían muy bien nuestra locura y preguntaban con curiosidad cual era la razón, ya que para la Semana Santa faltaba todavía un puñado de meses. Otros, los vecinos del barrio, sabían perfectamente los motivos y te preguntaban una y otra vez cuando se iba a ir El “Despojao” a Madrid. Querían saber la más mínima información para poder despedirse por unos días de su vecino más querido por el barrio… Cuando un vecino se muda (aunque sea por poco tiempo) se le echa en falta porque necesitas su ayuda, quieres comentarle tus malestares o tus pesares para sentirse más arropado o simplemente no sentirte solo en momentos de soledad y de tristeza. A Él se le echó en falta en esos días… Seguro que no se sintió solo ya que, aparte de sus vecinos desde la distancia, le acompañaba cerca de 2 millones de jóvenes de todo el mundo…
Jueves 11 de agosto. Todo está empaquetado y guardado en el camión. El paso, inmenso en un cajón de madera, aguarda la noche para subirse en su particular “góndola”. Cristo está revestido de un blanco impoluto, esperando despedirse por la madrugada de su gente, de su Granada cofrade y de su Bendita Madre del Dulce Nombre, aunque su fiel Discípulo Amado acompañará siempre a Ella.
Mientras tanto, parte del equipo de priostía (yo, Marian, Salva, Gonzalo y Luis) llegamos por la tarde a Madrid. Nos esperaba Alberto y Carmen con los brazos abiertos. Se les notaba en sus caras de felicidad de que algo grande se avecinaba y nosotros, cada vez que se consumía más el tiempo también lo notábamos… Tuvimos la oportunidad de visitar la que por unos días sería nuestra sede provisional, la Colegiata de San isidro. El arte hecha arquitectura, la arquitectura hecha arte… Lo primero que me sorprendió fue la altitud y la amplitud de la iglesia. Uno que está acostumbrado a San Emilio, aquello le parecía majestuoso e imponente; yo ya me imaginaba en mi mente el pasear del misterio cartujano por su interior. El barroquismo en estado puro... Entre sus naves, pudimos tomar contacto por primera vez con los hermanos del Gran Poder de Madrid y nos enseñaron todo su interior y por supuesto a sus Sagrados Titulares. Nos sentíamos literalmente como en casa y eso que solo era el comienzo de una bonita historia… Ya de regreso a la casa (que ya sea de paso, dar las gracias a Laureano por conseguirla a través de los Redentoristas madrileños) pensábamos en como estaría yendo la despedida del Señor en Granada. La cuenta atrás para su llegada había comenzado…
12 de agosto, llegó uno de los días más esperados. Juan, David y Dela llegaron a primera hora a Madrid. Estaban exhaustos pero con ganas enormes de comenzar el sueño de sus vidas. Estábamos casi todo el equipo y digo casi porque no podía olvidarme de Esteban y Adrián (sobre todo de Esteban, que si se me olvida nombrarlo luego se ensaña conmigo…) Eran casi las 10 de la mañana y bajando la calle hasta la Colegiata, vimos a lo lejos unas sirenas azules que no paraban de parpadear. Era la Guardia Civil escoltando el convoy de la Hermandad, llegó con puntualidad británica. Empezaba el lío, había que estar coordinados perfectamente y ser rápidos en descargar ya que teníamos media calle cortada. Primero en bajar fue el Señor en su cajón. Los madrileños se empezaron a remolinar alrededor nuestra viendo tal particular mudanza en agosto y alucinando literalmente con el paso aún con el cajón puesto. Te preguntaban que es lo que había dentro y nosotros decíamos que era un paso de Semana Santa, a lo que te preguntaban de nuevo si éramos una Hermandad nueva que se iba a instalar en Madrid… En fin, aquello se llenaba más y más gente por las aceras y los coches que pasaban al lado nuestro se paraban para ver que es todo este lío que estábamos formando. Como dije antes, había que ser rápidos en descargar y el camión estaba vacío en menos de una hora. Ahora tocaba lo más duro, mover el paso-cajón… Había costaleros del Gran Poder los justos para mover el paso pero con el cajón las dificultades se incrementaban exponencialmente. Cambios de planes y de vuelta al lío, hora que quitar tablones del cajón en mitad de la calle. Yo no he visto en mi vida tantos tornillos juntos ni tantos tablones de esas envergaduras. ¡Qué barbaridad! A esto súmale más personas mirándote y ya la guinda del pastel es que te graben cámaras de televisión, yo ya pensaba que salíamos en el telediario por la que estábamos formando… En fin, mucho más nerviosismo en el ambiente. Pensaba que tardaríamos un siglo en desmontar aquello pero todo lo contrario, se hizo todo a la perfección y sin el más mínimo problema.



Necesito hacer un paréntesis en este recuerdo que os escribo. No puedo aguantarlo más porque si no reviento. Una de las razones por lo que todo esto salió a las mil maravillas son unas personas que estuvieron desde primera hora ayudándonos en todo. No eran los periodistas, no eran los viandantes, no eran los conductores, no eran los policías. Son unas personas que viven, creen y sienten desde sus corazones lo mismo que nosotros, pero no eran cofrades de Granada. Son de Madrid, son los hermanos de Jesús del Gran Poder y de la Esperanza Macarena. Creo que este texto se me haría demasiado corto para poder expresaros lo que pude sentir en esos días y lo que aún siento por vosotros… No nos conocíamos de nada el primer día pero como si nos conociéramos de toda la vida, nos dimos las manos unos a los otros y descargamos todo el camión, desmontamos el cajón del paso con una coordinación en equipo increíble, metimos hasta dentro de la Colegiata el paso y otras tantas cosas de las contaré más adelante. Decir gracias me quedaría corto… Solo os puedo decir que tenéis unos corazones tan grandes que nos llenasteis a todos nosotros de ilusión, de cariño y de alegría desbordante. El Señor quiso que nos juntásemos esos días para que sintiésemos su amor, su entrega por todos nosotros y su misericordia. Seguro que Él os tendrá desde el cielo ya un lugar reservado por tener unas almas tan puras y tan humildes…
Después de este paréntesis, prosigamos. Ya con el cajón desmontado en su plenitud, llegó el momento de llevar el paso hasta dentro de la Colegiata. Lo comandó David desde fuera, entró y arrió a la derecha del crucero. Era hora de desembalar y de montar todo el paso. Se subieron las figuras, se puso los respiraderos y se fijó bien todo. Mientras tanto, llegaron por fin Esteban y Adrián que nada más entrar se pusieron manos a la obra para vestir a la Magdalena con su traje nuevo (iba a ir muy “sencilla” Ella…) De paso, se le quitaba el cajón al Señor y en ese momento su mirada me hizo un nudo en la garganta… Uno en ese momento no sabía muy bien que pensar o que decir, solo podías mirarle y cautivarte. Me entra escalofríos de pensarlo ahora mismo… Si yo pude sentir esto, cuando mis hermanos madrileños entraron en la salita y vieron por primera vez la imponente talla de Jesús Despojado más de uno se quedó extasiado y más de uno no pudo contener las lágrimas al ver a Cristo hecho hombre…  Estas mismas sensaciones se repitieron cuando el Señor salió de aquella sala para subirse a su paso. Rezamos todos al unísono la oración que nos enseñó Él… el Padre Nuestro. Cuando llegó arriba a su paso, el ambiente que se creó fue de mucha emoción contenida. Vimos como su mano derecha nos bendecía a los presentes, como miraba con dulzura las caras de sus hermanos. Señor eres muy grande… Después de este gran momento, llegó la hora de subir a Santa María Magdalena. ¡Qué guapa iba! ¡Qué gran vestimenta! Era una verdadera joya que no paraba de brillar, nos dejó a todos con la boca abierta…

Todo esto ocurrió solamente en un día. Por si faltaba algo más, nos llovió una tromba de agua yendo a casa (y no es broma…) Fue una grandísima jornada en el que me di cuenta de que estaba con un grupo humano fantástico. El equipo, con una medía de 25 años, hicimos los deberes, y lo más importante fue que no hubo ni el más mínimo problema y todos nos entendimos a la perfección lo que teníamos que hacer en cada momento. Y todo esto fue en un día… Gracias Juan por darme esta oportunidad que me diste. Gracias a este día y a los venideros, entendí muchas cosas y sentí otras que nunca lo pude experimentar… Estaré siempre eternamente agradecido por depositar toda tu confianza en mí, en un chaval que por aquel entonces solo tenía 19 años…

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